Abigail Varela
Nació en Caracas (Venezuela) el 9 de febrero de 1948. Desde temprana edad se siente atraído por el arte, y su compañera de estudios Josuné Dorronsoro, que será una reconocida historiadora de la fotografía, lo anima en esta vía. Sus primeros pasos artísticos los da hacia 1973 en la cerámica: toma clases con Hiroshi Kawagiri y abre un taller con su esposa María Victoria Babi, donde fabrican piezas utilitarias.
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Recibe mención honorífica en el IV Salón Nacional de las Artes del Fuego (Valencia). En 1979 crea la obra “Homenaje al pregonero”, un apretado grupo de 13 figuras. “Las piernas algo dobladas, los brazos extendidos, las cabezas erguidas expresan el dinamismo, la vivacidad de esos actores del bullicio de las calles caraqueñas. Aparecen, tempranamente, esas desproporciones físicas -los brazos delgados y filiformes, los finos y altos cuellos, las cabezas pequeñas en contraste con la opulencia de las caderas- cuyas interpretaciones reiteradas y siempre diferentes serán esenciales en el futuro arte de Varela”. En esos años, Varela realiza esculturas tanto en yeso o terracota como en hierro recortado.
Bajo la influencia de la escultura “The Piper” de Mario Ceroli, perteneciente a la Colección del Museo de Bellas Artes de Caracas, produce varias piezas de personajes en grupo, aplanados y silueteados, que presenta en su primera muestra individual en Caracas: “Reflejos cotidianos”, en la Galería G (1982). Ese mismo año es miembro fundador de la Asociación Nacional de Jóvenes Escultores. En 1985 participa en el evento “Escultura 85” (Teatro Teresa Carreño, Caracas) con “Dos comadres”, hechas en epoxy y ataviadas con bolso y cartera “verdaderos”.
En esta pieza se fusiona el ready-made con la evocación de formas primitivas. Hacia esa época se afianza el estilo de Varela: su temática se vuelve casi exclusivamente la figura femenina (las excepciones serán los felinos) y generaliza la técnica del modelado y posterior vaciado en bronce.
También se afirma su peculiar interpretación de la anatomía. Luego de su participación en numerosos eventos que pretendieron, a inicios de los ochenta crear un “boom” de la escultura en Venezuela, sigue su camino en solitario con una obra que ofrece múltiples variantes de un tema eterno que ha vuelto contemporáneo. En los años 90 se internacionaliza su carrera, con exposiciones en El Salvador, Miami, Londres, Nueva York. En 1997, crea el trofeo que otorga la Fundación Time for Peace de Nueva York.