Edgar Sánchez
Nace en Aguada Grande, Estado Lara, el 28 de septiembre de 1940. Entre 1954 y 1959 estudia en la Escuela de Artes Plásticas Martín Tovar y Tovar de Barquisimeto. Luego se muda a Caracas para estudiar arquitectura en la Universidad Central de Venezuela, carrera que no concluye.
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En los años 70, el artista se vuelve el pionero y protagonista del “Boom del dibujo”, de notable significado en el arte venezolano. Su virtuosa técnica se pone al servicio de una honda reflexión existencial que expresa el drama de la condición humana a través de un perfil, un ojo, unos labios con hoyos, surcos, heridas y cicatrices. Hacia 1977, retoma la pintura, en la cual los rostros permanecen en sombras y los cuerpos son plasmados con un realismo extremo, aunque envueltos en misteriosas sombras que en 1978 se tornan volúmenes amenazantes.
En 1980 inicia la serie “Letargo”, grandes telas casi abstractas en grises sólo atravesadas por unos labios. Considera el crítico colombiano Germán Rubiano a “Letargo” como “uno de los trabajos más importantes del arte figurativo internacional de los últimos decenios”. Entre 1982 y 1984, realiza la serie “Piel y personaje”: retratos de seres anónimos, solos, de medio cuerpo, donde la reconstrucción de lo humano se efectúa a partir de referencias de la historia del arte. Paralelamente, en la serie “Piel y paisaje”, está al borde de la abstracción en telas de gran formato y cromatismo violento donde apenas reaparece la representación de bocas.
A fines de los 80, la serie “Pieles-gestaciones” constituye la primera gran síntesis de su trabajo anterior y génesis de futuros desarrollos. Los personajes conforman pequeños grupos, con un esbozo de paisaje en el fondo. A principios de los 90 surgen rostros femeninos en primeros planos. Luego Sánchez introduce copias ampliadas de fotografías (“Figura con personajes de August Sander”, 1994), hay mayor variedad entre los personajes, que son agrupados frente a paisajes campestres o vistas urbanas.
En su obra más reciente, los personajes se integran, según las leyes de la perspectiva renacentista, a espacios urbanos donde lo real se mezcla con la fantasía y donde pueden convivir referencias lejanas, como la fachada del Louvre o una plaza italiana, con ámbitos caraqueños.