Louise Nevelson
Permaneció muda durante seis meses cuando su padre partió a Estados Unidos. Tenía seis años de edad y solo recuperó el habla cuando la familia volvió a reunirse en Nueva York. Fue en ese momento cuando decidió cambiar su nombre por el de Louise.
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Siempre sostuvo que no quería casarse, con el fin de poder dedicarse por entero al arte. Hasta que conoció a Charles Nevelson con quien contrajo matrimonio a los 17 años de edad, mudándose a vivir a Nueva York en 1920, y luego a Mount Vernon en 1924, donde estudió metafísica. Desde ese momento fue conocida como Louise Nevelson.
En 1928 se instala de nuevo en Manhattan, el centro de Nueva York, una ciudad que consideraba excitante. Louise fue alumna en ese entonces de Hilla von Rebay, quien le presentó las obras de Kandinsky y de Klee. En ese momento, le anima a viajar por Europa, a encontrarse con sus orígenes, una travesía que concreta en 1931. A su regreso, se mostró fascinada por las obras de Giotto y la pintura cubista.
A comienzo de los años treinta, participa en pequeñas exposiciones en el Greenwich Village y muestra su obra, por primera vez, en la exposición anual organizada por la Sociedad de Artistas Independientes en el Rockefeller Center. En enero de 1934 participa en la exposición Thirty-One-Women (31 mujeres) en la galería de Peggy Guggenheim, Art of This Century. A pesar de que su obra recibió el reconocimiento de la crítica, sus ventas fueron insignificantes lo que le provocó una depresión. Louise era una mujer inteligente, atractiva, nada convencional. Se definía como voluble con sus amistades y estaba centrada en sí misma, lo que le imposibilitó unirse a ningún grupo o colectivo de artistas. Su excentricidad y su personalidad contribuyeron a arruinar su imagen, lo que repercutió negativamente en su trabajo por un tiempo. Fue sistemáticamente excluida de las exposiciones.
Al principio de los años cuarenta, en Nueva York se establecieron numerosos artistas inmigrantes, a consecuencia de la guerra en Europa. Louise conoció a muchos de ellos, entre los que estaba Piet Mondrian. Fue entonces cuando cambió su actitud hacia el mundo del arte y, en agosto de 1941, contactó con el galerista Karl Nierendorf quien aceptó organizar su primera individual que impresionó a la crítica. Sus obras eran el resultado de ensamblajes que anticipaban sus creaciones posteriores y el negro empezó a convertirse en el único color dominante.
El MOMA de Nueva York adquirió una de sus obras en 1959 y muchas otras entraron a formar parte de las colecciones del Whitney Museum o el Brooklyn Museum, entre otras.
Louise Nevelson asombró al mundo del arte cuando presentó sus esculturas monocromas monumentales doradas, blancas o negras en su individual, Royal Tides en la Martha Jackson Gallery, que luego replicó en la Bienal de Venecia de 1962.
De carácter voluntarioso y apasionado, Louise Berliawsky vivió su vocación artística como un destino a cumplir, a pesar de los obstáculos. Estudió pintura y diseño, también canto y arte dramático, y hasta tomó clases de danza con Ellen Kearns. Trabajó como escenógrafa para cine en Berlín y Viena. Esta pasión por la magia de los espacios ficticios la persiguió durante toda su vida. Su inspiración estuvo directamente emparentada con la ficción escénica.
Un cáncer de pulmón fue la causa de su fallecimiento en 1988, cuando aún trabajaba de forma muy activa en Nueva York.