Barbara Hepworth
Su vida parece digna de una novela de Jane Bowles. El legado de Barbara Hepworth, una de las más grandes artistas británicas del siglo pasado, renace en el museo que lleva su nombre, en el suroeste de Inglaterra. Allí están la casa donde trabajó y vivió sus últimos días; su taller y muchas de sus obras favoritas, en medio de un paisaje de árboles y flores que ella misma plantó y diseñó. Inolvidable
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Su larga y fructífera vida no fue fácil, en parte por la sombra que proyectaba el gran Henry Moore, en parte por su azarosa vida sentimental y por la dolorosa pérdida de su hijo primogénito, quien murió en 1953 en un accidente de avión mientras servía en la Royal Force Air en Tailandia.
Barbara Hepworth nació el 10 de enero de 1903 en Wakefield, Inglaterra, cursando ahí sus primeros estudios. Gracias a una beca ingresó a los 17 años a la prestigiosa Leeds School of Art (donde conoció a Moore) y luego al Royal College of Art de donde egresó con honores. En 1924 viajó por primera vez a Italia.
“Italia abrió para mí un maravilloso mundo de luz que transforma, revela e intensifica los secretos de la forma, el contorno, el color (…) que comunica riqueza y alegría a la piedra, al mármol…”, recordó en uno de sus cuadernos.
Durante los años transcurridos entre las dos Guerras Mundiales se incorporó a grupos de artistas inquietos y cosmopolitas y conoció a quienes influyeron fuertemente en su vida. En lo familiar sus dos esposos, el escultor John Skeaping con quien tuvo a su hijo Paul y el pintor Ben Nicholson, el amor de su vida, fruto de cuya tormentosa y apasionada relación nacieron trillizos. En lo artístico estableció vínculos con la avant garde del continente y sus grandes exponentes, pintores como Mondrian, Arp, Kandinsky, Picasso y los escultores Brancussi y Giacometti. Su madurez artística y la seguridad en su estilo se consolidaron; realizó exitosas exposiciones mientras participaba en el centro de los debates sobre los nuevos movimientos en la escultura abstracta y en el tallado directo en la piedra.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial todo ello se interrumpió. Junto a Ben Nicholson decidieron instalarse en St. Ives donde ella vivió el resto de su vida. A poco andar, sus grandes amigos se dispersaron y el propio Ben comenzó a ausentarse, dejándola en la soledad y el dolor que nunca la abandonaron. En 1949 compró el llamado Trewyn Studio –el actual Museo Barbara Hepworth– donde vivió después de su divorcio de Nicholson en 1951.
“Encontrar Trewing Studio fue una especie de magia. Durante diez años había pasado por ahí con mis bolsos de compras sin saber lo que había tras esa larga pared… Ahí había un estudio, un patio y un jardín, donde yo podría trabajar a aire abierto, a espacio abierto…”, escribió.
En los años siguientes se montaron dos importantes retrospectivas de su obra que confirmaron su vigencia artística post-guerra y su reputación internacional. Hasta entonces había trabajado casi exclusivamente en piezas únicas de mármol, madera y piedra. En la década de los 50 incorporó el bronce, lo cual le permitió realizar esculturas con hasta nueve copias. Esto le ayudó a cumplir con la creciente demanda internacional de sus obras, particularmente proveniente de los Estados Unidos.
Su prestigio mundial fue confirmado con el Gran Premio de la Bienal de Sao Paulo, 1959, junto al reconocimiento inglés con los grados honorarios de Comendador de la Orden del Imperio Británico CBE (1958) y Dame del Imperio Británico DBE (1965).
Barbara Hepworth creó un gran conjunto de esculturas de extraordinaria belleza que alcanza a más de 600 piezas.
Una espléndida muestra de las que ella consideraba sus favoritas se encuentra en los jardines del Museo Barbara Hepworth en el centro del encantador pueblo de St. Ives, Cornwall, al suroeste de Londres. Allí acuden numerosos admiradores de su obra y cientos de veraneantes de diferentes partes del mundo. Ahí se conserva su casa, su taller, sus instrumentos, fotos, textos. La vista desde las ventanas abarca el amplio y hermoso jardín que ella misma diseñó y plantó buscando texturas que servirían como marco para acoger sus esculturas. Entre ellas algunos árboles ornamentales, un bello cerezo, arbustos y helechos, como también su colección de cactus.
“St. Ives me ha embelesado totalmente, no sólo por su belleza sino también por su naturalidad de vida… el sentido de comunidad es, me parece, un factor muy importante en la vida de un artista”.
Barbara Hepworth murió trágicamente en el incendio de su estudio, en 1975. Según sus deseos, éste y su jardín fueron abiertos al público en 1976. Hoy el lugar es uno de los destinos favoritos de este balneario a 400 km de Londres, elegido el mejor pueblo costero inglés en 2010 y 2011, y famoso por sus artistas residentes como la propia Hepworth.
(Perfil escrito por María Teresa Herreros para la revista Capital:
www.capital.cl/cultura/2013/06/17/090636-barbara-en-el-jardin)
Más información sobre Barbara Hepworth en: barbarahepworth.org.uk